[ad_1]

Llegué 33 semanas antes de que llegara Finnegan. Nació doblado y retorcido como un pretzel de carro callejero, con dislocaciones de rodilla, cadera y codo. Nació con los pulmones tan débiles que necesitó la ayuda de máquinas para respirar durante casi dos meses. Pero nació. Y mientras lo miraba en la UCIN, notando sus similitudes conmigo (los ojos azules, el cabello castaño, la nariz hacia arriba que hizo que me llamara Miss Piggy cuando era niño) me pregunté: si Finnegan y yo salimos juntos algún día y vimos niños que compartían nuestra misma constelación de características, ¿me daría cuenta? O, habiendo sido mezclado con algún cromosoma Y desconocido, ¿mis hijos donantes de óvulos serían irreconocibles incluso para mí?

Recientemente, escuché un podcast sobre los hijos de un donante de esperma en serie. Cada uno de ellos, inocentemente, envió hisopos a 23andMe, esperando saber de qué parte del mundo eran y a qué enfermedades eran susceptibles. En cambio, descubrieron que tenían docenas de hermanos donantes (o “diblings”, como se llamaban entre sí). Esto me dejó anonadado. Nunca imaginé que habría una línea, rastreable y detectable por solo $ 199, de Finnegan a los niños que podrían haber nacido de los huevos que vendí. El manto de anonimato bajo el cual doné mis óvulos no podría haber predicho el rápido aumento de las pruebas de ADN de los consumidores. Lo que significaba que no podía predecir cómo la decisión que tomé 10 años antes del nacimiento de Finnegan podría reverberar por el resto de su vida.

A medida que Finnegan, ahora de 2 años, se recupera en casa, se deshace de sus medicamentos, se le queda pequeño el yeso y camina solo, he comenzado a considerar cómo Emmett y yo hablaremos con él sobre sus posibles hermanos parciales algún día. Me ha obligado a cuestionarme, después de todos estos años, cómo veo mi donación de óvulos.

¿Era un medio para lograr un fin, simplemente una forma de complementar el magro salario de mi pasante?

¿Fue el mejor regalo que hizo posible los sueños de los futuros padres?

¿Fue lo que siempre sospecharé que dañó mi útero y puso en peligro la vida de Finnegan?

¿O fue, como imaginaba que decían esas puertas giratorias, el precursor necesario de todo lo que amo en mi vida? ¿No es tanto una puerta giratoria como, para tomar prestada una metáfora de la comedia romántica de Gwyneth Paltrow, una corredera?

Si. Si. Si. Y si.

Y así, cuando finalmente le digamos a Finnegan su historia de nacimiento, será una historia de circunstancias, situaciones cercanas, un encuentro fatídico, lindo y mucho amor. Una historia con al menos un felices para siempre. O tal vez hasta 29.

Justine Feron es una escritora y ejecutiva de publicidad que vive en Brooklyn con su esposo e hijo.

[ad_2]

Fuente