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También probaron dos situaciones teóricas adicionales. Por un lado, los investigadores programaron la posibilidad de que el cartílago de la rodilla de las personas se reparara levemente después de pequeños daños repetidos al caminar o correr, pero no cambiaría de otra manera. Y para el último escenario, supusieron que el cartílago se remodelaría activamente y se adaptaría a las demandas del movimiento, creciendo más grueso y más fuerte, al igual que los músculos cuando hacemos ejercicio.

Los resultados finales de los modelos fueron reveladores. Según las simulaciones, los caminantes diarios enfrentaban alrededor de un 36 por ciento de posibilidades de desarrollar artritis a la edad de 55 años, si el modelo no incluía la posibilidad de que el cartílago de la rodilla se adaptara o reparara por sí mismo. Ese riesgo se redujo a alrededor del 13 por ciento si se asumiera que el cartílago puede repararse o adaptarse, que es lo que los estudios predicen que es el riesgo de artritis en el mundo real para personas por lo demás sanas.

Los números para correr eran más preocupantes. Cuando el modelo asumió que el cartílago no puede cambiar, el riesgo de los corredores de eventual artritis fue de un enorme 98 por ciento, disminuyendo solo al 95 por ciento si el modelo consideró la posibilidad de reparación del cartílago. En efecto, de acuerdo con este escenario, el daño al cartílago por correr frecuentemente abrumaría cualquier capacidad del tejido para repararse.

Pero si el modelo incluía la probabilidad de que el cartílago se adaptara activamente (volviéndose más grueso y acolchado) cuando las personas corrían, las probabilidades de que los corredores desarrollaran artritis se reducían a alrededor del 13 por ciento, lo mismo que para los caminantes sanos.

Lo que sugieren estos resultados es que el cartílago es maleable, dice el Dr. Ross. Debe ser capaz de sentir las tensiones y los daños leves por correr y reconstruirse, volviéndose más fuerte. En este escenario, correr refuerza la salud del cartílago.

Sin embargo, los resultados modelados como estos son teóricos y limitados. No explican cómo se remodela el cartílago sin un suministro de sangre o si la genética, la nutrición, el peso corporal, las lesiones de rodilla y otros factores afectan los riesgos individuales de artritis. Estos modelos tampoco nos dicen si diferentes distancias, velocidades o formas de carrera alterarían los resultados. Para aprender más, necesitaremos medidas directas de cambios moleculares y de otro tipo en el cartílago humano vivo después de correr, dice el Dr. Miller, pero tales pruebas son difíciles.

Aún así, este estudio puede calmar los escrúpulos de algunos corredores, y los de sus familiares y amigos. “Parece que correr es poco probable que cause artritis de rodilla al desgastar el cartílago”, dice el Dr. Ross.

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