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A medida que crecía en nuestra casa, la nieve de diciembre se convirtió en el barro de abril y los días llenos de sol en la playa de Martha’s Vineyard en junio. Documentamos cada hito, con la esperanza de que algún día pudiera recordar el tiempo que pasó con nosotros y saber que estaba lleno de amor. Dio sus primeros pasos y dijo sus primeras palabras y descubrió cómo funcionaban los juguetes, las partes del cuerpo y los sentimientos.

El objetivo principal, nos dijeron en nuestras clases de capacitación sobre cuidado de crianza a través del Departamento de Niños y Familias de Massachusetts, o D.C.F., era hacer todo lo posible por reunir a la familia. Los niños en hogares de acogida, nos dijeron, deberían tener un camino hacia la reunificación o la adopción. Las familias de acogida están destinadas a ser un espacio seguro temporal, mientras que la familia biológica crea su propio espacio seguro para que el niño regrese.

Los padres de crianza deben equilibrar el ser de facto padres y queriendo al niño con esa totalidad, y dándose una cierta distancia emocional, sabiendo que en cualquier momento el niño podría irse.

Como parte del esfuerzo de reunificación, empaqué diligentemente la bolsa de pañales del bebé para las visitas y conocí a su trabajador social en el estacionamiento del D.C.F. oficinas para entregarlo durante una o dos horas. Regresaba a nuestra casa con un olor diferente, con ropa demasiado grande, pero que había sido elegida por la mujer que lo había llevado en su vientre durante nueve meses. No podía darle mucho refugio o cuidado, pero podía presentarse durante una hora a la vez y darle amor.

Esas visitas comenzaron a ser más esporádicas y luego inexistentes, y la ubicación temporal del bebé con nosotros se prolongó hasta un año y medio.

Periódicamente, recibía una notificación, tanto electrónica como por correo, de que se había programado una revisión, y yo iba a informar sobre el progreso del bebé o le transmitía esa información a nuestro trabajador social para que la presentara. Y luego recibimos una carta por correo de D.C.F. preguntando si consideraríamos la adopción.

Esta carta fue una formalidad; Ya habíamos decidido meses antes, que a pesar de ese gran amor que sentíamos por él, y sabiendo que nos iban a pedir, que no íbamos a adoptar. Habíamos asumido esta tremenda responsabilidad de ser un puente entre su vida anterior y la futura, no de ser su destino final.

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